Troncos de cuerpo y alma…
Construir La Aripuca fue un desafío titánico. Para darle vida a esta majestuosa estructura, era necesario encontrar troncos de gran tamaño en perfecto estado, rescatándolos de aserraderos, chacras y áreas de control de tala ilegal. La misión era clara: recuperar estos gigantes naturales para transformarlos en un símbolo de concienciación ambiental y preservación de la selva misionera.
La logística fue monumental. Durante más de un año, diez camiones y un equipo de especialistas trabajaron en el traslado de los troncos desde distintos puntos de Misiones, Argentina. Entre ellos, destacó un colosal Pino Paraná (Araucaria) de 500 años, de 27 metros y 37 toneladas, que recorrió 200 km desde Bernardo de Irigoyen en una travesía de siete días, desafiando caminos angostos, lluvias y tormentas.
Cada tronco transportado a La Aripuca representa no solo un esfuerzo humano increíble, sino también el compromiso de preservar la historia y la biodiversidad de la selva misionera, transformando árboles caídos en un legado eterno.